Dicen que llegó el Otoño, pero todavía quedan flores en el Jardín de Fabio.
—Ya no están lozanas como hace un tiempo, tenías que haber venido antes, estaban preciosas…— Me dijo él mismo, satisfecho y melancólico, como si en aquel preciso instante decidiera formular el secreto de la vida:
«Todo se resume en tiempo y belleza»
Pero nunca es tarde para visitar y disfrutar de un jardín, pues la flor marchita guarda la esencia de su delicada existencia, la vida y el tiempo.
En este oasis de realidad se esconden pizpiretas gnomos y conejos venidos de Francia. Durante el día escuchan atentos conversaciones sabias. Por la noche con ayuda de las dríades del vergel tienen la misión de encauzar los sueños de Fabio y sus compañeros: mi abuelo Antonio, Rosa, «Ne», Felipe, y tantos otros.
—Ahora ya es el tiempo de la escarola– me anuncia Fabio. Sin saberlo, él junto a sus amigos conforman el jardín de la senectud, de las flores más bellas y longevas. Modelan un paisaje emocional inmenso, vasto, grandioso… en este jardín en el que confluyen sabiduría, vivencias, maestría de la vida, los veteranos de la existencia. Simientes de experiencia que llegaron de Sotoserrano, Cereceda, Miranda del Castañar, flores que nacieron en La Alberca, y otros tantos lugares de la Sierra de Francia al sur de Salamanca.
Entre el verdor de acacias transcurre plácidamente el último domingo de Septiembre. Desde la Residencia de Mayores puedes observar como el sol va cayendo en las Eras. Es el tiempo olvidado de las flores.
Texto y fotos: Copyright © Rosa Gómez, All rights reserved